jueves, 23 de octubre de 2014

Mercadito Peatonal “LA UNIÓN”

La geografía urbana de la Ciudad de Huehuetenango ha cambiado. Me parece que el proceso es irreversible ya, para el área comprendida en lo que por muchas décadas fue el Parquecito "La Unión". Al respecto, extraigo del último párrafo de la página 207 de la Monografía del Departamento de Huehuetenango del Lic. Adrián Recinos, un fragmento donde se describiera cómo lucía dicho espacio en los años 1910:

"... Un viejo y angosto portal que cerraba el cuadrilátero por el sur y daba abrigo a otra serie de tiendas de comercio, fue derribado hace muchos años, dejando así comunicada la plaza principal con la plazoleta y jardín que se extienden frente a la iglesia parroquial y la Escuela de Niñas No. 1. Durante muchos años fue esta plaza el mercado público, hasta que, siendo Jefe Político el General Don Mariano Serrano Muñoz, se puso al servicio un Mercado Municipal construido hacia el oriente de la ciudad y que es bastante para sus necesidades".

Retomando la escritura en mis manos; hoy, en el año 2014, dicha área ha retornado a sus usos anteriores al siglo veinte; un pequeño mercadito que alegremente luce cubiertas multicolores, donde las bancas de cemento sirven como sillones ejecutivos de los diferentes puestos comerciales a la usanza de los "tianguis" de la época precolombina y que en los vocablos de la época denominan los vecinos de estos tiempos, "champas". La acera funge con efectividad como área de despacho de sinfín de delicias que se guisan en cocinas rodantes que se instalan, desde el ocaso hasta la media noche. Tales manjares, con fruición son degustados o devorados, según se vea, por los exigentes comensales que debidamente asentadas voluminosas posaderas en banquitos plásticos sin respaldo, se deleitan de copiosas comilonas y de quienes de vez en cuando, escapa algún indiscreto eructo, escenario muy digno para maravillarse.

Al lado poniente del área en mención, se ubica un área jardinizada, flanqueada por proveedores de servicios de taxis, con sectores debidamente numerados o según se considere, como parcelitas bien etiquetadas en lo que anteriormente fue la calle pública, con derechos adquiridos en propiedad y transferibles a título oneroso mediante instrumentos jurídicos o por herencia y por el área intermedia entre los jardines y las edificaciones formales, que durante décadas tuviera el propósito de acera o área de caminamiento para peatones, debidamente instalados, locales comerciales, construidos con armazón de estructura metálica, que inicialmente fueron de un sólo lado; sin embargo, paulatinamente, algunos propietarios o arrendatarios de los establecimientos formales, paulatinamente han ido sacando de sus propios locales al estrecho espacio, exhibidores de sus productos, especialmente de buñuelos, jaleas, turrones, dulcitos de horno, conservas o encurtidos y algunos otros deliciosos antojitos .

Es en este estrecho espacio, donde el comprador curioso, puede adquirir variadas artesanías nacionales e internacionales y productos importados de remotas tierras como la China y otros países, lo cual demuestra el cosmopolitismo y vigor de la ciudad, todo en un estrecho callejoncito de menos de 100 metros de longitud, donde puede pasar una sola persona a la vez, evocando un poco, al Mercado San Camilito que conocí hace años, allende la Plaza Garibaldi en la Ciudad de México.

Dicha área rebosante de vitalidad comercial, en el pasado pública y que, atendiendo a asuntos eminentemente consuetudinarios ha pasado a constituirse en propiedad debidamente lotificada, con el ejercicio de derechos privados posesorios (según se cuenta, a la usanza de los descubridores de América, mediante simple declaración de "este pedacito es mío"), transferibles ahora también, previa negociación financiera o por herencia, se denomina MERCADITO PEATONAL "LA UNIÓN". En recuerdo de lo que en la mente del colectivo popular de la Ciudad de Huehuetenango, fuese el otrora romántico Parquecito "La Unión", donde alguna que otra alma huehueteca fuese concebida, del siglo veinte.

Se admite todo tipo de comentarios, especialmente los orientados a corregir y/o mejorar la redacción, alguna imprecisión , impuntualidad o descripción y relato del presente artículo.

También se agradecerá, a manera de documentación, algunas fotos del área en diferentes momentos del día, aprovechando la tecnología de la época presente. Asimismo, el presente texto puede ser compartido, modificado, transferido y reproducido, con la única condición que se reconozca a Edwin Rocael Cardona Ambrosio, los derechos a título gratuito, como autor del nombre "MERCADITO PEATONAL LA UNIÓN".

Edwin Rocael Cardona Ambrosio.
Huehuetenango, 23 de octubre de 2014.

viernes, 3 de octubre de 2014

¡¡Profesionales universitarios para vestir santos!!


(San Faustino de Brescia. Año 122. Santo patrono de los solteros).

(Artículo dedicado a mi señora madre, Doña María Ambrocio de Palacios, quien encuentra regocijo en la lectura).

La realidad mundial demuestra que la teoría de población de Thomas Robert Malthus era incorrecta.  Este pensador inglés afirmaba que cuando las personas, especialmente la gente pobre, cuentan con los medios para proveerse subsistencia, lo primero que hacen es ponerse a tener hijos, con lo que la cantidad de población crece mucho más que la cantidad de alimentos disponibles, por lo que en vez de generar más riqueza, se genera más pobreza; ergo, aumento en la cantidad de personas pobres.  

Dado que en aquellos tiempos, finales del siglo XVIII e inicios del XIX, las familias proletarias eran numerosas, sugería que debía enviárseles a vivir a terrenos pantanosos y nada saludables, para que la naturaleza, de manera espontánea se encargara de exterminarlos.    Según Él, debía propiciarse la reaparición de epidemias, mediante el hacinamiento de la gente pobre y debía desestimularse y ver con malos ojos a aquellas personas que descubrieran nuevos métodos para curar enfermedades y mejorar la calidad y esperanza de vida de la población.   Las guerras constituyen un mecanismo excelente para equilibrar el número de seres humanos habitando la faz de la tierra.  La miseria es una ley natural contra la cual es inútil actuar.

Ahora, más de 200 años después de Malthus, observaciones estadísticas, correlacionando  la tasa de fecundidad (número de hijos por mujer) y el producto interno bruto por persona (PIB per cápita), han demostrado que cuanto mayor es la cantidad de riqueza  (aumento de bienes y servicios sin intervención del Estado) y mayor es el nivel de educación de cada persona,  menor cantidad de niños nacen.  A ello se le ha denominado “la paradoja  demográfico-económica”.

Hay otros elementos adicionales a considerar, por los cuales dicho fenómeno no tiene regularidad en forma absoluta; por ende, no puede considerarse como Ley Económica.  Sin embargo, la evidencia empírica (la realidad) demuestra contundentemente la invalidez  de la visión malthusiana.

Estas reflexiones vienen  a mi mente a propósito del  texto que una distinguida profesional universitaria de este Departamento de Huehuetenango, en Guatemala, colocara en Facebook y que me llamó mucho la atención, el cual  reza: 

“No le debes a nadie una explicación de tu soltería.
Si es que estás soltero en este momento, eso no es asunto de nadie. Estar sólo no es un trastorno de la personalidad. Eres libre de estar en una relación o no. Además, eres mucho más que tu estado civil y la soltería es una de esas etiquetas sociales que a nadie realmente debería importarle”.

Con mucha seriedad, medio en serio,  medio en broma o a manera de payasada, no sé con qué criterio considere usted apreciable lector, coloqué los siguientes comentarios al respecto, los cuales considero que vale la pena compartirle en este espacio, a manera de reflexión, dentro del contexto de la realidad de nuestras sociedades de las primeras dos décadas del siglo veintiuno. 

“Está en la cola de un venado conquistar el corazón de mujeres de tan singular abolengo, con una preparación intelectual y académica de tan alto calibre, Licenciadas con graduación de Maestría: ¡Padre Celestial! 

Sencillos requisitos mínimos para los pretendientes (los defensores del enfoque de género aplicarán la aberración de decir: “los pretendientos”). Caballero guapo, bien plantado, físicamente bien saludable, cortés, mental y emocionalmente saludable, complexión atlética, honrado, trabajador y decente, heterosexual. Al menos: uno o dos doctorados; entre 18 y no más de 25 años; no se acepta menores de edad, pero tampoco viejos amargados a los que hay que estar soportando; poseer caudal financiero con capital mínimo de un millón de quetzales o 150 mil dólares (dijimos capital, no activos -son fondos libres de deudas-); buena gente, servicial, atento, caballeroso, que pueda efectuar todo tipo de labores domésticas, con buenas destrezas industriales, amante de la academia y la filosfía y además de eso: ¡¡FIEL!!. 


No es que nuestras Licenciadas no sean capaces de conseguir pareja; el problema es que en nuestra sociedad no existen suficientes caballeros que den esa altura; las trastornadas no son ellas. Simplemente no están muy interesadas en estar manteniendo... trastornados.

¡Ah! y se me olvidaba decir que lo mismo aplica para nuestros Licenciados, solamente que a la inversa. 

Sencillos requisitos mínimos para las pretendientes (los defensores del enfoque de género aplicarán la aberración de decir: “las pretendientas”). Dama bellísima, con medidas del estándar de la Venus de Milo, físicamente bien saludable, cortés, mental y emocionalmente saludable, honrada, trabajadora y de modales refinados, heterosexual; se es más flexible en este caso: al menos una licenciatura; entre 18 y no más de 25 años; no se acepta menores de edad (todavía tienen viruta en la cabeza), no más allá de 25 años (por razones... obvias); poseer caudal financiero con capital mínimo de medio millón de quetzales o sesenta mil dólares (-dijimos capital, no activos -fondos libres de deudas- que se pague sus costos sola y que no esté jorobando pidiendo pisto); buena gente, servicial, atenta, toda una dama, que pueda efectuar todo tipo de labores domésticas y con buenas destrezas en otros campos de la vida; amante de la ciencia en general, la ciencia de las finanzas y la filosofía y sobre todo: ¡¡FIEL!!. 

No es que nuestros Licenciados no sean capaces de conseguir pareja; el problema es que nuestra sociedad no tiene la capacidad de proveer el recurso humano requerido suficiente de damas que den esa altura; nuestros Licenciados (y próximamente nuestros Ingenieros graduados de la Universidad de Occidente Extensión Huehuetenango) no son trastornados. Simplemente no están muy interesados en estar manteniendo... trastornadas”.

Considero que el marco anterior, entiéndase por un lado,  incumplimiento en los requisitos por parte de los candidatos (la no calidad según Phil Crossby –en este caso no calidad de gente-) y,  por el otro lado, el potencial en la generación de riqueza (adicionalmente a los ahorros acumulados) y el alto nivel educativo de los profesionales universitarios (originadores de nueva alcurnia),  explica en gran parte, mas no en su totalidad, el hecho que dichos profesionales huehuetecos de nuestros tiempos no propendan a la formalización de compromisos en aras de disfrutar del privilegio que les otorga la Constitución Política de la República de Guatemala en sus artículos 47, 48 y 49.

Dado que en muchos casos, ven en este privilegio más bien, una amenaza para su bienestar; aunque ello signifique que muchos (y  muchas me dirán también los defensores del enfoque de género –degénero-), celebren cada 15 de febrero a San Faustino, Santo Patrono de los solteros y  los entierren finalmente,  al término de una gran longevidad, con palmitas y los envidiosos de su felicidad (enmascarando su desdicha en pretendidos  “buenos consejos” por el bienestar de su “amigo” o familiar profesional), anden proclamando a los cuatro vientos, como se dice en estas tierras, que “¡¡son profesionales universitarios que se quedaron para vestir santos!!”.


Edwin Rocael Cardona Ambrosio.
Huehuetenango, 3 de octubre de 2014.

Notas.
Pisto. En Guatemala le decimos “pisto” al dinero; sustantivo. En México, “pistear” es un verbo relacionado con la ingesta de bebidas espirituosas.