jueves, 22 de diciembre de 2016

Histórico. Ventas navideñas son desalojadas de las inmediaciones del cementerio general de Huehuetenango.


Alegres se veían las champas multicolores de ventas callejeras en la décima avenida y sexta calle, inmediaciones del Cementerio General de Huehuetenango, aportando su gran colorido en el entorno multiétnico, multicultural y multilingüe de esta ciudad tan cosmopolita.
Los vendedores callejeros, según ellos, compraron los espacios por allí, a los miembros de la Honorable Corporación Municipal, pagando una parte a la comuna y otra, "bajo de agua" mucho más generosa (cien para la muni y novecientos para la gente de la alcadía, por cada uno, me dijeron "en confianza"). 
Preferencialmente ocuparon las entradas al Centro Comercial "El Triángulo", por allí donde está PAIZ y POLLO CAMPERO, dado que entra por ese rumbo un gran gential; "chuchos estaban".
E inició el gran calvario del congestionamiento de tránsito por el sector y los peatones caminando por la calle con gran peligro. Con los grandes alegatos de los transeúntes en el sentido de ¡Cómo se atreve la municipalidad a estar vendiendo las calles! ¡Qué gran desorden! ¡Estos ya no tienen ni madre! y algunas otras variadas interjecciones que como dijera mi recordado amigo, Don Leonel, son francamente "impublicables".
Pero antenoche, después de una semana del inicio del "proyecto", me encontré con la gran novedad, ¡Oh sorpresa!, apresuradamente estaban desmontando las champas y desclavando los parales para los cuales habían perforado, con el beneplácito municipal, las paredes del Cementerio General y de la sede de la Administración Diocesana, que ya me imagino al pobre Señor Obispo, sentir que en su cabecera estaban sonando los semejantes martillazos al momento de la incrustación de clavos en sus orejas desde su muro, que no era del FaceBook precisamente. Bien agujereadas quedaron las pobres paredes, oyitos por todos lados a la espera del repello respectivo.
Pregunté la razón del por qué estaban desalojando, a lo cual me respondieron que porque: 
—"Aquí no nos está trayendo cuenta"
—"Aquí la gente no está comprando y estamos perdiendo" 
—"Mejor nos vamos a trasladar para el parque y por el mercado o vamos a pasar la mercadería a los otros locales que ya tenemos en la terminal o las calles del centro y «adentro'el mercado»"
Desde ayer hasta hoy, como puede apreciar usted en la fotografía, el tráfico fluye, las calles lucen vacías y limpias; es una tacita de plata. 
Los vendedores callejeros fueron desalojados, de inmediato, pacíficamente, sin lanzar ni una bomba lacrimógena, sin que hubiese ningún brote de violencia, sin sangre ni muerte, ni mentadas de madre (únicamente las maldiciones que lanzaban en contra del pobre alcalde).
Saque usted sus conclusiones y deje de quejarse cuando autoricen ventas en el parque y en todas las calles, porque ya ve quién tiene la culpa que exista todo eso. Y la autoridad municipal..., lo que no se quiere..., aprovecha la ocasión para con ese pretexto, llevar el pan de cada día a su mesa: pues al pueblo... lo que pida.
Cuando vea a un comprador callejero, ¡Eh ahí al culpable! de la existencia de las ventas callejeras. ¡Ah! y si ve al comprador callejero en el Parque Central, adquiriendo singulares prendas o "erutando" tacos con piña, ¡Admire usted ahí! al responsable de la venta callejera del parque! La autoridad solamente se aprovecha de las malas costumbres de la gente, pero ya mis ojos vieron, lo que la ciencia política enunció como teoría.
¡¡Que viva el heroico pueblo huehueteco!! 
¡¡Que vivan los heroicos compradores que renunciaron a comprar en las ventas callejeras en los alrededores del cementerio!! 
¡¡Que viva este pueblo culto que impone orden, no comprando en donde no se debe!!
¡¡Que viva la ciudadanía huehueteca que acabó con este naciente foco de corrupción!!
¡¡Que vivan estos nobles huehuetecos que hicieron resurgir la tacita de plata que se había perdido!!
¡¡Que viva la revolución... pacífica!! 
Las ventas navideñas callejeras fueron desalojadas de las inmediaciones del cementerio general de Huehuetenango.

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 21 de diciembre de 2016