viernes, 6 de diciembre de 2019

Hermano Santiago Alfredo Miller Miller. Un Santo Inocente. (Un análisis en el contexto de su martirio). [ Libro por Editorial Episteme ]

 

Capítulo 1 . Esa tarde.


Esa tarde, como las tardes anteriores durante esa semana, lo encontramos con mi madre con una piocha en la mano. Seguía haciendo un boquete que llevaba algunos días trabajando para remover un antiguo pedestal de lámpara del antiguo sistema de alumbrado público que aún permanecía en la pared de “La Casa”, a casi dos metros del suelo, de pie, al lado de una escalera (Cantalapiedra, 2019) y como siempre lo hacíamos, lo saludamos:

        Buenas tardes Hermano Santiago.

        Buenas tardes.

Su respuesta,  acompañada con la sonrisa y rostro afable que siempre le caracterizaba y nos mostraba, cuando por más de un año, no faltó tarde que al pasar al lugar de trabajo de mi madre, no lo encontráramos frente al Centro Indigenista de Huehuetenango preparándose con el pick up para ir a la granja con los estudiantes internos o realizando alguna que otra tarea, con su gorra verde o azul y con una playera blanca o verde y su pantalón u overol azul y reitero, siempre su sonrisa, una sonrisa muy cálida, muy atenta, muy cariñosa, única, con la que fue captado en un retrato que hoy sirve para promocionar su proceso a los altares.

Al llegar cerca de la Escuela “Amalia Chávez”, se escucharon los balazos, algo como sonaban los paquetes de “cuetes” de a diez len de aquellos tiempos y a los pocos segundos, unas señoras que venían gritando:

–  ¡¡Mataron al hermano!!, ¡¡Mataron al hermano…!!

        ¡¿Qué hermano?!

        ¡¡Al hermano De La Salle!!

Pensé en mi interior: ¡Mataron al hermano Barbosa [nf]  por andar metido en babosadas…, lo que todos temíamos!

        ¿A dónde va m’ijo?

        ¡De plano se tronaron a un Hermano de La Salle! ¡Voy a ver mamita!

Y salí corriendo.

Grande fue mi horror, mi dolor, al ver el tirado el cuerpo de mi querido Hermano Santiago. Se le miraban los balazos en la espalda, especialmente los que estaban  a la altura de los riñones y la playera ensangrentada...... [ Adquiera el libro "Hermano Santiago Alfredo Miller Miller. Un Santo Inocente. (Un análisis en el contexto de su martirio)." ]

viernes, 4 de octubre de 2019

¡Ahora los niños juegan enjaulados! (En 2 episodios)



¡AHORA LOS NIÑOS JUEGAN ENJAULADOS! 
(Episodio 1).

No cabe duda que la Ciudad de Huehuetenango en Guatemala, se ha incorporado al concierto de las ciudades más desarrolladas de La Tierra.

Hemos conseguido para nuestra comunidad, sacarla del sub desarrollo, la miseria y el tiempo sobrante, de antes de los.años ochenta que nos tocó vivir.

El 99.09% de la población tiene calzado, a diferencia de la época de mi infancia, donde casi el 30% de la población era descalza. He visto que en mi ciudad, tan sólo Don German se rehusa a usar zapatos, siendo él, según yo, «El Último de los Descalzos».

Hemos hecho tan bien las cosas, que hoy en Huehue, florecen los «SHOPPING MALLs», con las cadenas de comidas más pujantes del planeta.

No hay diferencia entre la vida de Cd. Huehuetenango y Cd. De México con su Zona Rosa, Albrook en Panamá, Gran Vía en San Salvador o los más exóticos centros comerciales en Londres, New York, Seúl o Sudáfrica.

Tan pujante está todo, que hay que hacer una enorme «colota» para «sacar» del banco diez quetzales para las tortillas.

Y en esos menesteres, me entretuve a contemplar nuestra vida «de ricos» entre tanta bonanza en este «Día del Niño».

Me puse a observar a mis compañeros de cola y vi como uno de los «retirantes», meditaba, con la mirada puesta en la lontananza que llegaba a los muros de hormigón, mientras se distraía hurgando el interior de sus narices, logrando capturar algún extremo sólido asido a una solución que en química le dicen «coloidal», abundante y generosa, cual contenido de «granadilla», me imagino, con el placer de la garganta del susodicho.
Más allá, al extender la mirada, pude admirar a los niños jugando enjaulados...
(continuará, si usted así lo permite)


¡AHORA LOS NIÑOS JUEGAN ENJAULADOS!
(Episodio 2).

De mi más reciente visita a uno de los grandes «Shopping Malls» que existen en la Ciudad de Huehuetenango, en Guatemala, mi ciudad, pude admirar durante el recién pasado «Día del Niño», que los chiquitines propios y visitantes, juegan enjaulados y…, no podía ser de otra manera en ese día tan trascendental para nuestros infantes, que fueron obsequiados por sus padres o tutores con generosos tiempos de regocijo en sus respectivas jaulas.

Me recordé de mis tiempos de adolescencia y juventud en los viejísimos años 80’s, en que solía viajar a la vecina «Ciudad de la Estrella» y hacía mis deleites visitando el zoológico y me ponía a observar detenidamente por largo tiempo, el caminar de los coyotes, de un lado al otro, dentro de su confinamiento, viéndolos a través de su malla metálica (pobres animalitos, cuya naturaleza es el gran campo abierto del altiplano guatemalteco). Asimismo a un gran bisonte, que fue muy de mi curiosidad, viéndolo pastar apaciblemente, en una zona un poquito más amplia (aunque el hábitat de ellos son grandes llanuras en los Estados Unidos) y a unos monos, haciendo sus «monerías» en unas ramas simuladas de concreto y me puse a reflexionar que, jamás imaginé que un día, me detendría en la contemplación de cachorros de seres humanos, enjaulados haciendo sus  «chiquilladas».  Pero en fin, es la realidad y ante ello, lo primero es ponerse a mirar y en algún momento, describir lo que se ve o lo que se percibe.

Como usted puede apreciar en la fotografía, varios espectadores nos deleitábamos, agarrados de la malla metálica y mirando a través de ella, cómo los tiernos chiquillos hacían maromas y contorsiones y algunos se lanzaban, previas piruetas en espectaculares «clavados» en una «piscina de pelotas plásticas multicolores» , bellísimas, sumergiéndose en ellas: espectáculo muy digno de ver. Más allá, un pequeñín, ensayaba unas brazadas natatorias ejercitando el estilo «crawl», muy «refrescante» entre pelotas verdeamarillas rojiazules y acullá, una preciosa niñita rubia, de preciosos ojos azules y tez blanca cual porcelana,  yacía entre las olas de pelotas, sumergida; solamente su bellísima carita asomaba entre los centenares de livianos baloncitos, que sólo una vista muy observadora hubiese reparado en su existencia.

Me recordé del gran «yacaré» que yacía oculto en el pantano artificial del zoológico de Tuxtla o del gran hipopótamo que yo bauticé como «el abuelito», en el zoológico de Chapultepec:  sus papás, aprecié, la habían dejado en la jaula, mientras estaban de «shopping» por el segundo nivel, adquiriendo las más exclusivas creaciones de diseñadores franceses o italianos, lugar no apto para esta tierna «muñequita de porcelana» , por que como aún se dice en nuestra cosmopolita y rica ciudad, «los güiros cómo joden y no se están quietos»;  claro, «son güiros».

Con todo ello, me puse a pensar con tristeza, el gran atraso y pobreza que nos tocó vivir y por cuya salida luchamos, para un día, lograr ver a las nuevas generaciones, disfrutando de los frutos de la riqueza que se degusta en las más grandes y vanguardistas ciudades del mundo.

Volví a vivir en mis recuerdos, los momentos en que recorríamos las márgenes del Río Selegua, allende las Ruinas de Zaculeu, por lo cual decíamos de él, «el Río’e las Ruinas».  En aquellos tiempos de miseria, no contenía la riqueza de los drenajes de Chiantla y Huehuetenango, al grado que contenía abundancia de peces y una rica fauna que pululaba entre los sabinos y sauces llorones.  Éramos tan pobres que teníamos que quitarnos la ropa y ponernos alguna calzoneta y si no, en calzoncillo y las niñitas en calzón y playera y desde la gruesa rama de un árbol, usado a manera de trampolín, previa pirueta nos lanzábamos a lo más celeste de alguna profunda poza, para acariciarnos con las carreras del nado de peces multicolores y salíamos de ahí todos colorados y temblando por la gélida temperatura del agua, para zambullirnos otra vez; pero sin el privilegio de estar enjaulados.


Afortunadamente, hoy, con la semilla de nuestro esfuerzo, ya cosechamos  los frutos de nuestra incorporación tecnológica, de lo cual, reconozco mi responsabilidad personal, ya nuestros pequeños no deben «sufrir» las grandes mojazones de agua fría, ni quitarse la ropa.  Basta solamente con quitarse los zapatitos, pues entran a la jaula con calcetines, pero con toda su ropita y a retozar en el agua virtual de pelotas y salen igualito que como entraron, bien sequitos y sin que les hagan cosquillas los pescaditos, ni con el peligro de ahogarse.  Tampoco necesitan ya, aprender a nadar.

Mediante las  Ciencias de la Conducta, los seres humanos han aprendido que un niño que es «abandonado por su mamá», durante la mayor parte del día, durante sus seis primeros años de vida, tiene una mayor probabilidad de tendencia a cometer crímenes o delinquir.

No sé si en el inconsciente colectivo, el enjaular a los niños de hoy para sus juegos infantiles, realmente lleva una pretensión para irlos acostumbrando a una vida de adultos en similar entorno.  Pues como se dice en el español rural huehueteco, «ya radiaron» que la gente del Consejo de Desarrollo y demás «líderes sociales» (según ellos), están seleccionando el mejor terreno para la construcción (yo pensé que para nuevos complejos deportivos o educativos), de un «centro penitenciario en Huehue»: jaulas para que sigan jugando ahí dentro de unas décadas, los niños de hoy. Talvez por eso…, ¡Ahora los niños juegan enjaulados!

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 4 de octubre de 2019

Post Script:  
Si usted me da permiso, talvez publique unos pensamientos del desaparecimiento de los espantos en Huehuetenango.  Viera que casi, «YA N’U HAY».

domingo, 8 de septiembre de 2019

Licenciado es quien tiene licencia. (Una broma de clases y con clase y en la clase).



Hay licenciados clase A, B y C y obtuvieron su licencia en MAYCOM.

El participante, investiga los tipos de licenciamiento de software informático, privilegiando los productos de licencia libre, para su aplicación en didáctica e innovaciones en la educación superior.

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Santa Eulalia, Huehuetenango. 8 de septiembre de 2019.

martes, 18 de junio de 2019

Diputados distritales de Huehuetenango, Guatemala 2020 - 2024

"... Las elecciones de diputados, por lista nacional, por planilla distrital, a diputados al Parlamento Centroamericano, así como las de los concejales  para las corporaciones municipales se llevarán a cabo mediante el método de representación de minorías". 
Artículo 203 de la Ley Electoral y de Partidos Políticos.



Edwin Rocael Cardona Ambrosio.
18 de junio de 2019.

lunes, 17 de junio de 2019

Corporación Municipal de la Ciudad de Huehuetenango 2020 - 2024

Como consecuencia de la celebración del proceso electoral 2019 en Huehuetenango, Guatemala y de acuerdo con lo establecido en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, donde se establece que:

"La adjudicación de concejales, en dichas elecciones. se hará por el sistema de representación de minorías...", el Honorable Concejo Municipal de Huehuetenango para el período 2020 - 2024 quedará integrado como sigue:

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 17 de junio de 2019

Post Scriptum:

CÓMO SE ADJUDICAN LOS CARGOS DE CONCEJALES.

El principio técnico para el "Método de Representación Proporcional de Minorías"se basa en la denominada  "Regla D' Hondt", el cual está establecido y detallado en la Ley Electoral y su Reglamento como sigue:

"Reglamento de la Ley Electoral y de Partidos Políticos. 
Artículo 126....La adjudicación  de alcalde y síndicos de cada elección municipal, se hará a favor de la planilla que haya obtenido el mayor número de votos válidos, según lo dispone el artículo 202 de la citada ley.

La adjudicación de concejales, en dichas elecciones, se hará por el sistema de representación de minorías, según se establece en el artículo 203 de la misma ley, formándose dos cuadros analíticos calificatorios: uno, para los concejales titulares y otro para los suplentes; pero si se tratare  de un solo suplente, el cargo se adjudicará a la planilla con mayor número de votos válidos.

Ley Electoral y de Partidos Políticos. 
Artículo 203... método de representación proporcional de minorías.

Bajo este sistema, los resultados electorales se consignarán en pliego que contendrá un renglón por cada planilla participante y varias columnas. En la primera  columna se anotará a cada planilla el número de votos válidos que obruvo; en la segunda, ese mismo número dividido entre dos; en la tercera, dividida entre tres, y así sucesivamente conforme sea necesario para los efectos de adjudicación.

De estas cantidades y de mayor a menor, se escogerán las que correspondan a igual número de cargos en elección.

La menor  de estas cantidades será la cifra repartidora, obteniendo cada planilla el número de candidatos electos que resulten de dividir los votos que obtuvo entre la cifra repartidora, sin apreciarse residuos.

Todas las adjudicaciones se harán estrictamente en el orden correlativo establecido en las listas o planillas iniciándose con quien encabece y continuándose con quienes le sigan en riguroso orden, conforme el número de electos alcanzado."

Referencias:
Sistema D'Hondt. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Sistema_D%27Hondt

miércoles, 15 de mayo de 2019

Del cómo yo fui un día, el «ishto» que se perdió y la importancia de brindar explicaciones de ello a la comunidad.


Corría el año mil novecientos setenta y dos; en la Ciudad de Huehuetenango vivíamos aproximadamente veinticinco mil personas.  Casi todos nos conocíamos, por nombre y apodos.  Los niños jugábamos pelota en las calles y por donde yo vivía, la primera calle entre 4a. y 5a. avenidas de la zona 1, pasaba algún vehículo a cada 15 minutos, cuando más seguido.   Era una ciudad muy tranquila, pero con una pobreza descomunal.  No se vivía a la carrera como ahora.

Una tarde, uno de mis amiguitos me dijo que fuéramos a jugar al Calvario (el parquecito del Calvario tenía muchos árboles y había diversos columpios y un sube y baja).  Un lugar ideal para ir a jugar, pero "lejano" a donde yo vivía.  Mi mamá, de seguro, no me daría permiso de ir allá; mas la tentación de ir a jugar a un lugar tan delicioso fue más fuerte y tomé el riesgo de irme con mi amigo a columpiar, aunque fuera unos pocos minutos.  Era casi seguro que mi mamá no se daría cuenta de la "escapadita".

El placer de los columpios, experiencia poco usual y el sube y baja, así como las emociones de tirarnos de varias formas por los "resbaladeros" (toboganes de latón), era algo exquisitamente inusitado que cuando me di cuenta, ¡Ya estaba oscureciendo! ¿Y ahora....? Yo me había ido sin permiso de mi mamá, cosa que jamás había hecho y ella, ¡Era severísima!  Por cualquier cosita de nada, ya fuera por no saludar a alguien con cortesía o cualquier nimiedad, ya iban sobre mi los cuerazos. ¡¿Qué sería de mi el haber hecho semejante transgresión?!  Talvez perdería la vida de la gran chicoteada en manos de mi madre, pensé con horror. Mi amigo se fue a su casa. Yo me quedé en el parquecito, sin decir nada. Todo asustado. ¿Qué futuro me esperaba?  Prácticamente me quedé paralizado, hasta que anocheció.

Con gran angustia, llegué hasta donde vivía y saludé:
– Buenas noches.

Fue semejante barullo, bullas y expresiones de alegría, entre los que se escuchaba algunos "¡Ya apareció!" y salió mi mamá, con una cara donde se mezclaba la algarabía, el júbilo, el alivio, la iluminación y la GRAN IRA "por los momentos de gran susto y angustias que el «ishto desventurado» la hizo pasar".

Estimable lector, si usted pensó que una mamita amorosa, con dulces y tiernos abrazos, bellos y dulces apapachos, recibiría a este su «pequeño travieso» para darle fin a esta tierna y dulce anécdota, lamento decirle que hoy sí se equivocó.  La historia no tiene el final que usted esperaba.  Le cuento.

De inmediato me agarró mi mamá del bracito y vamos para adentro y sacó de una caja donde tenía, un chicote de los que se usaban para arrear mulas, algo grueso, de puro cuero entretejido, muy ornamental, con algunas hebras moraditas y la mayor parte de hebras grises, muy lindo y... ¡me va dando una semejante chicoteada que todavía tengo por muy memorable!  Recuerdo que entre las palabras que decía había unas como:  ¡Ishto malcriado ¿Cómo se va sin pedir permiso?! ¡Abusivo! ¡Ya no lo volverá a hacer! ¡Yo como loca va de buscarlo! ¡Ya me puso en vergüenzas con la gente! ¡Pensé que se lo habían robado!... y cosas por el estilo; pero jamás una sola mala palabra.  Fueron decenas de chicotazos en mis robustas nalguitas.  ¡Quedé bien chilero!

Luego vino una parte muy importante dentro del proceso y tal vez la que fue más difícil para mí. Brindarle explicaciones a las personas, por una razón muy importante y cuya importancia comprendí, es muy trascendental.  Las sanas relaciones sociales, porque gracias a Dios, los seres humanos vivimos en comunidades, no estamos solos y aunque sea entre envidias y caridades, entre odios y amores o entre sadismos y compasiones, en algo, todos nos prestamos auxilio, porque no es falso el adagio de "hoy por ti, mañana por mí" y mientras yo me regocijaba en los columpios, mi mamá se percató que yo no estaba y empezó a buscarme y al no estar con mis amiguitos de cerca, ya entró la preocupación, no sólo de mi mamá, sino de los vecinos y luego de mis familiares y el escándalo fue por toda la ciudad, porque "pueblo chiquito, infierno grande".  Me había desaparecido como a las tres de la tarde y regresé como a las !siete y media de la noche! Y con eso que, "...si el nene jamás se sale sin permiso", "...sólo los ishtos malcriados salen sin permiso"...

Muchas personas empezaron a dar vueltas buscándome, visitando las casas de mis diferentes amiguitos de parvulitos, por si estaba por ahí, con mis abuelitos y demás y nada..., yo no aparecía.  Fueron a la policía, me fueron a buscar al Hospital Nacional  (único que había), los bomberos dando vueltas, fue un relajo. ¿De dónde no iba yo a merecer semejante tunda? Y luego, fui instruido por mi mamá a brindarle explicaciones a cada persona que me preguntara, dónde había estado, pedir disculpas por mi falta y dar muchas gracias por su preocupación.

Fueron semanas del proceso, porque cuando alguien, especialmente señoras y señores me encontraba después de ese incidente, me decía algo como:

– ¡Qué alegre verte, te habías perdido! ¿Tu mamá andaba llorando? ¿Qué te había pasado?

Procedía otra vez, a brindar respetuosa y agradecidamente las explicaciones del caso.  De esa manera, se conservaba la paz social en el Huehuetenango de los setentas.  Había muchísimo respeto.  Y como usted comprenderá,  fue una grandiosa lección, bien aprendida para mí, que encerró una infinidad de conceptos que usted mismo enumerará detalladamente y que posiblemente aún pueda serle de utilidad en la formación de su descendencia.

En ese tiempo, no se escuchaba lo que hoy los medios noticiosos informan, relativo a la intensificación del tráfico humano, trata de personas, tráfico de órganos, turismo de trasplantes y demás industrias relacionadas con la compra y venta de seres humanos.  De ahí, la importancia de la que hoy reviste cualquier alarma de una persona desparecida dentro de las sociedades de La Tierra y cuánto más, en el muy solidario y hospitalario Departamento de Huehuetenango y especialmente, su ciudad cabecera departamental.

Durante los primeros meses de este año, se disparó la alarma en esta ciudad de casos de suicidio, lo cual generó procesos ciudadanos, especialmente en el interior de los hogares, para prevenir la ocurrencia de nuevos casos de estos.  La preocupación subsiste en los hogares y la intensificación de cuidados en las relaciones familiares sucede, dados estos temores.  Y es que se trata de una problemática muy seria, de enorme impacto social, que cuando sucede, ya perciben las personas como que está próximo a suceder un evento de estos en la familia propia, con esto de que los humanos, de manera similar a las comunidades de gorilas, tendemos a ser imitadores o a remedar, como dijera Don Bernal Díaz del Castillo.

Mas, durante las últimas semanas, se ha estado reportando desaparición de personas, fenómeno muy preocupante, especialmente porque en algunos años anteriores, las personas reportadas por las alertas implementadas por el Ministerio de Gobernación, jamás aparecieron, lo cual implica una enorme seriedad para la sociedad huehueteca.  Por ello, centenares de personas colaboran en los procesos de búsqueda y localización de aquellas personas cuya desaparición se reporta, con los clásicos como "... te estamos buscando, te amamos..." y las réplicas de consuelo típicas como "... Dios es fiel..."; elementos completamente respetables y comprensibles.

Los casos que generan más revuelo, son los atinentes a personas que se reportan como desaparecidas que tienen relación con los medios de comunicación masiva o son familiares de ellos.  Especialmente por lo que se comprende en el sentir de la ciudadanía que, "...si les pasó a ellos que son tan importantes, cúanto más nos puede pasar a nosotros que somos más vulnerables...". Se activan los protocolos de alerta institucionales Alba-Keneth  para niños e Isabel-Claudina para mujeres, aunque curiosamente, no hay para hombres, porque tal vez, como somos feos, ¿Quién nos va a querer llevar? Sin dejar por un lado, que los medios de comunicación radiales y televisivos,  comunidades de periodistas, asociaciones y en fin, medio mundo, trabaja durísimo, ayudando en la búsqueda.

Algunas horas después, el aviso:  "...Muchas gracias, ya apareció...", sin más explicaciones.  Se comprende entonces, primero, el sentimiento de alivio y júbilo para todos, que no sucedió una tragedia, al igual que sucedió con los amigos de mi madre cuando me perdí.  Pero se comprende también, el enojo por la falta de consideración del "perdido o perdida", al igual que lo sintió mi madre en aquella ocasión y mucho más, se comprende el enojo social, cuando todo mundo se pone a loquear preocupado, invirtiendo su tiempo en colaborar en la búsqueda y luego, no se le brinde una explicación de lo sucedido, porque queda una sensación de zozobra y el ambiente se llena de una serie de especulaciones y se acentúa el temor social y las personas a quienes se les brindó la ayuda, pierden credibilidad y la posibilidad de no ser asistidas en el futuro, en caso de sufrir genuinos eventos y ahora, a como están nuestros tiempos, no faltan expresiones groseras, restándole seriedad y la trascendencia que revisten, las alarmas institucionales.

De ello, veo la importancia que mi madre le dio al hecho, que yo debía explicar a quien me preguntase ¿Qué me había hecho?  En principio, es vergonzoso y muy molesto y es tal vez, lo que hace que uno aprenda bien, pero bien, la lección.  Mas, todos tenemos el derecho de cometer errores y aprender de ellos, para favorecer nuestro crecimiento. Si bien, se utilizan los masivos medios de comunicación contemporáneos, para pedir ayuda,  la misma facilidad existe para brindar, además del agradecimiento, una explicación para la tranquilidad de la comunidad. De esta manera, relacionándonos educada y cortésmente, propiciaremos nuestra convivencia en un entorno de paz social.

Con ello, les he contado del cómo yo fui un día, el «ishto» que se perdió, lo cual en cualquier familia puede ocurrir y la importancia de brindar explicaciones de ello a la comunidad.


Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 15 de mayo de 2019

Notas:
«ishto»  guat.  Niño.
«chicote» guat. látigo de cuero trenzado utilizado para azuzar equinos.
«chilero»  lindo (con ironía).
«chicoteada» procedimiento de psicoterapia, muy efectivo, aplicada a los hijos por los padres antes del último cuarto del siglo veinte.

miércoles, 1 de mayo de 2019

A la mujer y producción de Barillas


¡Sií!, me enamoré de ella,
sus ojos eran luceros oscuros,
tan oscuros como las pepitas del cardamomo,
el cardamomo de mi Barillas,
que se produce desde el Ixcán
y se degusta en lejanas tierras,
¡desde el Irán hasta Pakistán!

¡Sií!, me enamoré de ella,
era radiantemente bella,
como la flor del café de mi Barillas,
del tono de sus frutos rojos
sus labios y sus mejillas,
el cafeto con su exquisito aroma
¡por todo el mundo se asoma!

¡Sií!, me enamoré de ella,
de la abundancia y dulzura de sus besos,
dulces como el jugo de caña de mi Barillas,
que del trapiche se lleva a los peroles,
para producir entre cantos las panelillas,
y tomar los tonos de sus cobrizos colores
¡para pintar la piel de la morena de mis amores!

¡Sií!, me enamoré de ella,
De la tersura y suavidad de su piel,
turgente y jugosa como las piñas de mi Barillas,
donde se mezcla el sabor ácido y dulce miel,
silvestres y cultivadas del tempestuoso Ixcán,
se visten los campos de verde esmeralda surcos,
¡deliciosa fruta, en los exóticos banquetes turcos!

¡Sií!, me enamoré de ella,
y desde los platanares de Chancolín le entoné mi canto,
un canto dulce como los plátanos de mi Barillas,
de pulpa rosada, como el color suave rosa de su cintura,
los naranjales matizan entre madrugadora neblina
a las riveras del Río Amelco de azul serpentina
¡de jugosas frutas, collares, adornan su hermosa figura!

¡Sií!, me enamoré de ella,
de su aroma barillense de manzana, durazno y ciruelo.
Recorrimos desde Nucá a El Quetzal por su fértil suelo.
Sus cachetitos eran manzanas de dulce sabor,
sus labios pulposos duraznos de espléndido olor,
y jugosos del mismo ciruelo su hermoso color,
¡Mujer de Barillas, dulzura de Dios, para tí, todo mi AMOR!

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 25 de abril de 2019

Helados de chilito. (Breve narrativa de antañona tradición)


Cuando pequeñito, me decían, vos Edwin, comprate unos helados,
pero te fijás que sean de los del “diablo” o Tío Milo.
Eran de a cinco len, o cinco centavos según los más educados.
Tío Milo vendía en el estadio,que tenía muros de adobe,
“Diablo” es hijo de Macedonio que, según la lengua de mi Tío Mario,
De él heredó el ser heladero.

Eran como las doce y al sol del medio día,
entre las mentadas de madre que le daban al árbitro,
el heladero vendió su nieve.
No había helado más para vender.
Tan sólo buena existencia de barquillos.
Se puso a fabricar más nieve.

Ya no miré la goleada que le estaba dando La Salle al San José Unión,
sino me puse a contemplar la ingeniería química huehueteca,
para producir la nieve de sabor.

Abre el heladero la tapadera de su carreta de madera.
Adentro tenía un gran bote de hojalata grande,
el cual  llenó casi a la mitad  con trozos de hielo y sal.
Colocó dentro de dicho bote y en medio del hielo y sal, otro bote más pequeño,
también de hojalata  de los que hacían en la Aldea El Carrizal.

Sacó  unas botellas llenas de aguas  gaseosas de sabor de naranja
y vertió  su contenido dentro del bote pequeño y después,
vigorosamente se puso a girar  el bote pequeño,  
como si pretendiese  triturar el hielo con ello.
Al poco rato,  toda el agua gaseosa se había convertido en nieve.
Se cierra la carreta de madera que sonó cual tapadera de viejo excusado.

Así me di cuenta cómo es que se  podía hacer helados de nieve.

El heladero vendía más helados, abría una puerta de la tapa.
Untaba cada barquillo con la nieve que sacaba del bote
con una cuchara  de peltre, de aquellas de color azul,
con puntitos blancos y negros.

Adornaba finalmente el helado,
colocando una solución de jarabe de azúcarcon colorante rojo.
Después supe que tales helados son llamados,
¡“Helados de carreta”!.

Una vez hecho el pago, a darle a los helados  todos los clientes,
con la lengua  y chupando el barquillo por el agujerito
de abajo, por donde escurría la nieve que se iba derritiendo.

Al terminar esa nieve, se iniciaba  la ceremonia de comer el barquillo,
que era una oblea enrollada cónicamente,  de harina y huevo,
debidamente tostada, terminando medio mundo,
con los dedos  pegajosos por la miel del helado
y con la ropa con ruedas de colores,  por haberse chorreado durante el deleite.

Los “güiros” que jugábamos bolitas (de vidrio)  a la pizarraya o al cómix,
nos llenábamos  las manos de tierra;
imaginate lector cuando  sin lavarnos nos llenábamos de helado.
Hoy digo yo que era todo un desaseo;
en aquellos años nos lamíamos los dedos.

Han pasado más de cincuenta años  desde aquellos tiempos,
los helados de carreta casi no existen en el Huehue de hoy.
Aunque “Diablo” fue uno de esos escasos heladeros postreros,
de él, por su sencillez, popularidad y de ser conocido en Huehue,
de respuestas ingeniosas a las exclamaciones de algunos cuates.

Una vez, un viejo gordo con pantaloneta floja y lunares en las patas le dijo:
¡Qué onda “demonio”!;
talvez por ser ésta una palabra elegante asociada al “diablo”;
no sé si en sentido de alabanza en coloquial heladero sentido,
recibió de Diablo por respuesta otra pregunta:
¡¿Qu’iubo Chiri de Pacaaa?!

Una vez en secreto me puse a observar  el oficio de un heladero de carreta,
me puse a mirarlo cuando despachaba;
más sus piernas sacudía por alguna impaciencia, hacía como que marchaba,
tenía muchos clientes en la cola, era una hora de venta loca,
de esas a los que la teoría administrativa llama “hora pico”.

Un poco después, se relajó el número de clientes y quedó con cero en la cola,
fue a la orilla de calle real,  cerca de unas tunas,
No ví que estaba haciendo,  pero de lejos hasta usted adivinaba,
que se llevaba las manos por las piernas; luego entre ellas  se avizoraba
fluía un chorrito de agua amarilla.
Sacudió sus codos vigorosamente  y hasta daba pequeños saltitos;
alzó la mano derecha;  se había subido el zípper.

Se volteó y regresó prontamente  a su puesto de trabajo.
Cinco minutos después,  llegó un cliente:

¿A cómo los helados?
De a quetzal
Déme uno
Con mucho gusto

Otra vez tomó el barquillo y sobre él untó la nieve con su cucharón de peltre.

Aquí tiene
Muchas gracias
Para servirle

Después supe que esos helados de gusto exquisito,
también se les llama “helados de chilito”.
Yo pensé que por el adorno de rojo color,
¡pero muchos dicen que por su delicioso sabor!

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, octubre de 2010