Corría el año mil novecientos setenta y seis,
los perros también aullaban mucho en la noche,
decían, ahuyentan coyotes o alaban la luna.
Cuentan de aquellos días que un huehueteco
porfiaba dormir en pelotas, sin calzoncillo;
nunca imaginó que el aullido de perros
semejante terremoto era de chuchos ahuizotes.
Tronó la tierra, los Cuchumatanes gimieron,
las campanas se bamboleaban en sus campanarios,
cual pechos en salvaje frenesí de mujer lujuriosa,
anunciando la fuerza desatada de pasiones tectónicas.
Despavorido y asonsado salió nuestro amigo
entre el fragor y el crujir de su propio tejado,
también salió su suegra, su mujer y sus hijos:
"Póngase esta toalla, tápese m'ijo",
colgándosela en el húmedo instrumento.
Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, Guatemala. 21 de julio de 2016.
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