Translúcida luce la luna,
sus mejillas maquilla de tarde,
su cara mancha de pálidas nubes,
medusa en el cielo, colores de mar.
A contemplarla me alejo,
a verla de cerca me atrevo,
sin embargo su tamaño no cambia,
el rótulo eclesial, se disgustará.
La montaña firme se yergue,
presume pomposa su majestad,
prepotente se siente la ignara,
de enana presunta, la risa lunar.
Entrando la noche está ya,
tintos azules hay en el cénit,
radiante el astro inunda de luz,
montaña envidiosa, en oscuridad.
Edwin Rocael Cardona Ambrosio.
Huehuetenango, 20 de febrero de 2016
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