domingo, 30 de enero de 2011

La leyenda de Tajahuaquix, princesa de los mames de Huehuetenango.

“No pienses, gran capitán hijo del sol, ni abrigues en tu pecho presunción que se encamine contra mí, por los accidentes pasados: porque en la traición cometida el año antecedente por el rey Chignahuiucelut, mi padre, no tuvo tanta parte como publicó la fama para ocasionarle la muerte; por que como mozo inconsiderado se dejó persuadir de las cautelas y alevosías de Caibilbalam, señor de la nación de los mames, en grande y rico territorio, que habiendo asentado paces con nostros, tiempo ha, nos auxilió con gente y vituallas, instándonos a quemarte con tu gente dentro de los muros de la ciudad de Utatlán: y si deseas castigar su delito, que yo te serviré de guía, conseguirás con la muerte de los reos, muchos tesoros que poseen y una provincia muy dilatada”- (Manuscrito Xecul. –Título Ahpopqueham.-folio 16.)

Tal fue la declaración del rey quiché, Sequechul por el año de 1525, que acompañado de otros señores de su estirpe, le hizo visita de bienvenido, con buen presente de oro y algunas pocas esmeraldas, y entre las pláticas que tuvo con don Pedro de Alvarado, a fin de disculpar las alevosas cautelas de su padre Chignahuiucelut y de Tecum Umán su abuelo, y de dañar a los mames, por medio del intérprete o faraute.

Dirigía con eso la mirada ambiciosa del conquistador de Guatemala, para expandir sus dominios a tal nación y provincia cuya existencia ignoraba, organizando tan gran aparato de gente a cargo del cabo principal Gonzalo de Alvarado, su hermano, caudillo de grande fama de aquellos tiempos, que lacraría con sello de tragedia, la hermosa historia de amor entre dos nobles jóvenes de la realeza del señorío mam.

De la marcha de semejante, temible ejército se tuvo noticia en todo el valle de Xinabajul. Kaibil Balam sabedor del poder de los pocos castellanos, sus potentes armas y sus muchos miles de aliados, entre ellos los quichés y muchos mexicas, decidió resguardar a la gente de su pueblo, en la fortaleza de Zaculeu, sagrado centro ceremonial, indómito por sus barrancas, en las márgenes de su imponente y cristalino río, fuente de la vida y perpetuador de la sangre de los mames por más de dos mil años.

La bella, tierna y grácil princesa Tajahuaquix, comprometida con el bravo Canil-Acab, príncipe de Malacatán y general de sus ejércitos, se reunió en triste despedida con su amado bajo la luz de la luna, que esa noche se sombreó con una nube gris de tristes presagios. Sus corazones palpitaban a la misma velocidad que el batir de las alas de los gorriones, succionando el néctar de las flores. Una tristeza muy profunda los invadía. Talvez fuese el último beso, la última caricia, el último hálito que llenaría sus corazones y los uniría después en la eternidad.

Mas a Canil-Acab, sus abuelos le habían revelado la existencia de un túnel tan secreto, inaccesible, desconocido, de la compleja red de túneles de escape de Zaculeu, cuya salida daba a una gruta al pie de un romántico cerrito, estratégico para ocultarse, mágico, con una puerta secreta al inframundo, de descanso bajo una frondosa ceiba en el más allá, donde se encontrarían los enamorados al abandonarlos el soplo del Corazón del Cielo.

Con el corazón rompiéndose en mil pedazos, las varoniles manos sirvieron de apoyo a los temblorosos, morenos, finos brazos; los delicados pies de la princesa, trémulos, recorrieron las dos leguas subterráneas en dos horas, iluminados con antorchas de ocote, hasta la gruta misteriosa. La despedida de los novios sucede entre llantos y lamentos, con el fondo del chisporroteo de la trementina. Las ambiciones de los hombres truncaría la dulzura del amor del mancebo y la doncella, Canil-Acab y Tajahuaquix, promesa entre ambos, que de no verse en este mundo, se amarían para la eternidad en el otro. Tajahuaquix queda escondida para morir, antes que caer como botín de guerra. Canil-Acab regresa apresurado hasta donde están sus hombres de confianza y marcha hasta cinco leguas en tres horas para comandar al amanecer, el ejército de Malacatán, el más aguerrido y feroz, disciplinado. Los vivaces ojos negros de Tajahuaquix, avivan su ánimo y bravura.

En la llanura de Ojechejel se comienza una lid sangrienta y espantosa, con tanta obstinación y furores que cuanto era mayor en los malacatecos el estrago y asolación, con otra barbaridad se entraban por las puntas de las espadas y las lanzas, teniendo por lisonja la muerte: siendo a este tiempo tan espesa, la multitud de las saetas y las piedras, que hacían a los españoles dificultoso el sustentar el combate, atormentados y entorpecidos los brazos de los golpes de las piedras. Más la arenga de Antonio de Salazar encendió a los infantes castellanos, que se entraron por las bárbaras escuadras, haciendo tal estrago en ellos que ya en la sangre rebalsada en aquella pavorosa llanura nadaban los penachos y saetas entre los cuerpos palpitantes que batallaban con la muerte.

Gonzalo de Alvarado advierte al punto que aquél robusto jovenzuelo, a quien adornaba no sólo un gran penacho de quetzal, sino un escudo de oro y una lanza con que a todas partes acudía haciéndose obedecer, y que siempre que se movía era asistido y escoltado de una gran tropa de lanceros, le pareció ser aquél personaje, o acaso algún principalísimo cacique o el general cabo de aquesta hueste, en cuya muerte consistiría el triunfo y vencimiento de aquél combate. Poniendo piernas al caballo, Alvarado, avivándole a la carrera con presteza, sin que aquél cabo malacateco tuviese tiempo de salvarse, le chocó con tan violenta acometida, que entrándole la lanza por el costado izquierdo, le hizo asomar la punta a la parte contraria, cayendo en tierra Canil-Acab, rindiendo la vida al golpe- (Manuscrito Xecul. –Título Ahpopqueham.-folio 16.)

Cae el esmeralda tornasol penacho por los suelos, salpicado por la sangre borbollante del potente corazón del príncipe y al mismo tiempo, el corazón de Tajahuaquix queda envuelto como en medio de una oscura nube de copal. Un halo de una profunda tristeza rodea la mágica gruta, de los ojos de la princesita brotan manantiales de lágrimas que no cesan. La doncella teje y teje, llorando la muerte de su amado, así se lo anuncian las ánimas de los antepasados en sus sueños. La esclavitud viene, los mames mueren por montones enllagados y la pestilencia de los cadáveres corrompiéndose al sol, llega hasta la gruta a dos leguas de distancia, nauseabunda.

Siguen cayendo las lágrimas de la Princesa sobre el mismo lugar mientras sus finos dedos tejen, el dolor del novio amado y la esperanza de verlo en la eternidad, ya la abundancia del agüita que mana de sus ojos ha formado una pocita; cae cada lágrima con tintineos cual teclas de marimba en combinación de frecuencias auditivas mágicas. Surge un manantial. Son las lágrimas de Tajahuaquix que en un singular encantamiento, servirán para aprisionar el corazón de caballeros forasteros. Tajahuaquix muere de hambre, sed, frío… y amor. Su cuerpo desaparece mágicamente y su alma se encuentra y descansa eternamente entre los robustos brazos de su amado, Canil-Acab de regio penacho y escudo de oro, bajo la sombra de una frondosa ceiba.
Transcurrido han más de veinticinco katunes; grandes estructuras de edificios de hormigón existen en el que fuera el señorío de los mames. Acuden todavía las jóvenes doncellas huehuetecas, a la mágica fuente que hoy se conoce como “Las Marimbitas”, a recoger las delicadas lágrimas de Tajahuaquix, que disimuladas en mezclas de misteriosas pócimas, administran a los guapos mancebos foráneos, para capturar su corazón. Pues el extranjero que beba las lágrimas de Tajahuaquix, jamás abandonará estas tierras y se casará con una mujer huehueteca. Por eso a muchos habitantes, en secreto los apodan..., “Tajahuaquix”.

Leyenda elaborada con los textos del Manuscrito Xecul. –Título Ahpopqueham y la prosa de Edwin Cardona.
Pintura "Conquista del Imperio Mam" de Rolando Artemio de León Mauricio, que se exhibe en el salón municipal de Huehuetenango. Fotografiada por Axel Gilberto Funes y reprocesada digitalmente por Edwin Cardona para lucir como el original en la década de 1970.


Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, enero 2011

sábado, 1 de enero de 2011

Con integridad, lo demás vendrá por añadidura.


Capítulo I
De las manifestaciones de la presencia y ausencia de integridad.


Me ha llamado mucho la atención el orden de prioridades a considerar como criterios para el proceso de contratación de personal, en el resumen que el Doctor Homero De León ha distribuido. Lo anterior, en el marco del análisis del proceso de reclutamiento del recurso humano a saber: a) integridad; b) motivación; c) capacidad; d) comprensión; e) conocimientos y f) experiencia.

El autor que escribió eso, de seguro lo hizo después de un agudo y profundo proceso de reflexión después de una larga cadena de sufrimientos ocasionados por la naturaleza humana y por el análisis de la realidad por los siglos de los siglos. La evidencia empírica demuestra la pertinencia de este gran consejo. Sólo imaginemos que deslumbrados por la gran trayectoria académica de algún académico egresado de la más brillante universidad pero más ladrón que Caco o Gestas, se nos ocurriera poner el capital de nuestras empresas en sus manos, imaginemos ¿A donde irían a parar nuestros fondos?. Sería como poner al gato en la cristalería, poner al ratón a cuidar el queso o dejar a la bella doncella al cuidado de Bill Clinton.

La peor tortura por la que pasan nuestros empresarios a nivel mundial es el tener que lidiar con personas mentirosas y/o ladronas en las empresas. Eso encarece muchísimo los costos, ya que introduce la necesidad de contar con Divisiones de Auditoría, o sea, incrementos en los costos de transacción: onerosos y que restan competitividad a las organizaciones y un interminable dolor de cabeza para el empresario. La mentira es un síntoma de que un mal peor existe por detrás. En las empresas y en los hogares, la mentira es como para el cuerpo humano la calentura, que manifiesta que dentro del organismo se incuba una gran infección que es necesario erradicar.

Claro está, que el hecho que existan mentirosos y ladrones en las empresas, constituyen grandes oportunidades para nuestros Auditores. Imaginemos que todo mundo fuese honrado en las empresas, o sea todo mundo fuese íntegro: los auditores enflaquecerían al no tener fuentes de trabajo que les provean el sustento. Por ello, tanto el auditor como el abogado, se solazan con la existencia del vicio y se entristecen ante la virtud. La etiología de la Auditoría se sustenta desde la prehistoria en un vicio de la naturaleza humana: la desconfianza. Aunque en muchas ocasiones también se han dado casos de firmas de auditoría que se coluden con los involucrados en desfalcos, malversadores de fondos y protagonistas de operaciones fraudulentas como el caso de la firma auditora Arthur Andersen y la megacorporación Enron en el año 2002 en los Estados Unidos, aunque Guatemala tampoco se ha librado y mucho menos Huehuetenango. Yo le recomiendo a todos mis clientes auditar al auditor.

El hecho de poder captar empleados íntegros, es talvez el mayor si nó el más grande de los tesoros que una empresa puede acopiar: fuente inagotable de recursos con los cuales la misma puede contar. Lamentablemente, nos encontramos con personal deshonesto, que se roba los fondos en efectivo, que saquea la materia prima de las industrias, que no entrega completamente las compras o se queda con los descuentos concedidos a las empresas, que usa indebidamente los recursos de la empresas en actividades que no aportarán rendimiento a las mismas, que mete zancadilla a los compañeros de trabajo colocando trampas para hacerlos incurrir en errores, motivados muchas veces por sentimientos negativos como la envidia, aunque ello vaya en perjuicio de los clientes y todos se queden sin trabajo o, que roba los recursos de su propio tiempo para la empresa (se pone a “huevonear” como se dice vulgarmente) y cobra por ese tiempo perdido o se roba recursos y culpa a otros mentirosamente de haberlo hecho.

Por ello es que estoy haciendo énfasis en esa virtud que debemos buscar como miembros de los Sistemas Integrados de Recursos Humanos –SIRH- (en palabras del Dr Walter Martínez), pero que todo mundo ha soslayado, reforzando más elementos accidentales que los que son verdaderamente esenciales. Pero antes, quisiera que reflexionáramos nosotros mismos si cumplimos con tan alta virtud. Ha llegado el momento amigos, de hacer un alto en el camino personal y hacer un buen examen de conciencia y determinar la rectitud de nuestros actos como patronos, dueños, jefes, empleados, consultores o proveedores. Talvez muchos de nuestros actos han reñido con esta ansiada virtud sobre la cual descansan los restantes cinco requisitos esenciales que debe buscarse en todo trabajador, prestador de servicios o proveedor.

Muy pocos casos registra la historia donde personas han encontrado cantidades fabulosas de dinero, que al enterarse de quién es su dueño, lo han devuelto: cumbre de la integridad. Lo que más sucede son los casos donde una persona al quedarse sola en un recinto y ve una cantidad cualquiera de dinero, no duda en embolsársela si nadie la ve. El caso extremo, el carterazo que sucede en las empresas. Hace unos años, en una prestigiosa Universidad, una compañera dejó olvidado sobre un escritorio de la sala de maestros un juego de CD’s con materiales de sus clases. Pues sencillamente, “alguien” se los llevó y jamás los devolvió. Talvez usted esté afirmando que lo mismo le ha pasado repetidas veces, desde su ambiente hogareño hasta su lugar de trabajo. Desde su infancia hasta su senectud; desde la iglesia hasta la cantina. Pues es la de no acabar porque de la falta de integridad ningún entorno está libre. Lo triste, tarde o temprano, la verdad sale a la luz.

Capítulo II
De las consecuencias de la presencia y la ausencia de integridad.


Si todos, tan siquiera tuviéramos idea que nada de nuestros actos deshonestos queda en la oscuridad para siempre, sino que alguna vez en la vida emergerá la verdad para nuestra propia vergüenza y se difundirá con bombos y platillos a nuestro alrededor, sin que nosotros nos enteremos que todo mundo sabe de qué pata cojeamos, otra cosa sería. Baste eso, para entender muchas veces porqué aunque hayan buenas oportunidades y las empresas con necesidad imperiosa y, nosotros aún teniendo suficiente conocimiento y experiencia, aquellas muy pocas veces nos quieren en sus equipos de trabajo, porque saben que hasta hemos tomado dinero de las carteras de nuestros compañeros de trabajo o que tenemos la mala costumbre de apropiarnos de los recursos de las empresas y si se puede, hasta acarrear con el equipo de oficina. Unos mis paisanos hasta se estaban llevando en sus camisas y blusas los platos del restaurante donde se sirvió el buffet. Aunque también existe el otro extremo: equipos integrados por personas deshonestas, jamás se atreverán a incluir a una persona que hace gala de integridad, porque se acaba el negocio.

Nuestra falta de integridad, en la mayoría de casos, pareciera adherirse a nuestra genética y ser un elemento del conjunto que heredaremos a nuestra descendencia, ya que acompaña los bienes muebles e inmuebles, cualidades físicas, enfermedades y defectos congénitos que dejamos a nuestros retoños, ya que no se extraña el aforismo “de tal palo, tal astilla” o “tigritos… pintitos como sus padres”. Maldecimos nuestra descendencia con nuestros actos deshonestos y dejamos a las generaciones futuras el trabajo de borrar nuestra mala herencia. La cosecha que disfrutamos es la que sembramos en el pasado, pero en el peor de los casos, la que sembraron nuestros padres o nuestros abuelos que en un arrebato de segundos cargaron sus apellidos con un triste lastre. Muchas veces tenemos que abandonar cosechas que tienen mala semilla y volver a sembrar. Aunque bendito Dios si derramamos sobre nuestra simiente la lluvia de la integridad. Por herencia una corona reluciente.

No se piense que mi escrito va en el sentido de un regaño o de acusación a cualquiera de mis lectores. Me estoy preguntando también por las veces en que he incurrido en mi debilidad humana en falta de integridad en un sincero acto de contrición. Es una auto reflexión sobre la importancia que reviste la integridad como requisito fundamental para incorporar a un trabajador o a un proveedor a nuestra organización, ya sea esta de tipo empresarial u hogareña; riguroso requisito que deberá exigirse a la pareja que compartirá su vida con la nuestra y que muchas veces, si no se toma en cuenta, termina en el divorcio, el suicidio o el homicidio. Mas con la vara que medimos también somos remedidos en la sociedad. Pero, ¿Cómo detectar la presencia o ausencia de integridad? Los sicólogos saben sobre eso, talvez el Doctor Martínez o el Licenciado Carrillo nos digan el secreto.

Me parece que hablar de los seis requisitos de mi primer párrafo es como hablar de los diez mandamientos. Cumpliendo con el primero: “amando a Dios y al prójimo como a ti mismo, lo demás viene por añadidura”. De una persona íntegra, solamente puede esperarse motivación por la paz que le da estar bien con su propia conciencia, capacidad porque no tiene que distraer su esfuerzo ocultando sus malos actos y reconoce sus destrezas y las pone a su máximo rendimiento, comprensión ante las limitaciones de la naturaleza y las propias, conocimientos derivados de su amor por el crecimiento propio y el ajeno y, experiencia derivada de la riqueza de una vida vigorosa. Por eso aconsejo a los reclutadores y seleccionadores de recursos humanos, sean estos ejecutivos de empresas, señoras de la casa, simples mancebos en búsqueda de doncellas o candorosas damiselas con requisición de mozalbetes, de las generaciones presentes y futuras, considerar que: con integridad, lo demás vendrá por añadidura.
Edwin Rocael Cardona Ambrosio.
Publicado originalmente en Huehuetenango, febrero 2007.