jueves, 8 de noviembre de 2012

Terremotos. Guatemala 1976, 2012. Haití 2010. Similitudes y diferencias.

Los grandes terremotos en Guatemala suceden con una periodicidad promedio de 25 años; esa cifra la conocí cuando sucedió el terremoto en Guatemala en 1976 y se pusieron de moda esas estadísticas. Muchos esperábamos una desgracia similar para el 2001, aunque otros fatalistas pensaban que sería para el año 2000 (algunos afirmaban que en dicho año se terminaría el mundo y lo que se viene afirmando desde el Siglo Primero, "¡Ya viene el fin de los tiempos!". Hoy otros afirman que con la finalización del 13 Baktún, el 21 de diciembre de 2012, "ese sí será el día del Juicio"). Afortunadamente, esta acumulación de energía tectónica se retrasó 11 años esta vez.

La magnitud del terremoto de 1976 y la del terremoto de ahora en el año 2012 fue la misma, 7.2 a 7.5 Richter (dependiendo de la agencia sismológica), pero en Huehuetenango se sintió con mayor fuerza ahora que en aquél entonces (el sismógrafo de FinerTech mostró oscilaciones en sentido este-oeste), o al menos, esa es mi percepción personal después de haber sido testigo de ambos.

En 1976 hubo alrededor de 25 mil muertos. Ahora fueron 1 mil como máximo (4% en relación con el pasado), ya que muchos fallecimientos en las áreas rurales no fueron reportados por el temor de las personas a los problemas que genera la trágica burocracia guatemalteca de hoy.

No hubo tantos muertos, porque el terremoto de 2012 en Guatemala fue a las 10 de la mañana; en 1976 fue a las 3 de la madrugada (todo mundo estaba dormido) y la mayoría de viviendas estaba construida con adobe y pesados techos de teja de barro. Hoy, la mayoría de viviendas se basa en estructuras de columnas y vigas de concreto armado y las construcciones de adobe cuentan con techo de lámina. Ello bajó la tasa de letalidad de semejante seísmo.

El terremoto de 1976 tuvo epicentro en la Falla del Motagua a una profundidad de 5 kilómetros y foco cerca del Departamento de Guatemala, zona altamente poblada (varios millones de habitantes). El terremoto de ahora tuvo epicentro entre Puerto Champerico y Puerto Madero, a una profundidad de más de 24 kilómetros, con foco cerca de la frontera México-Guatemala, con sesgo hacia la zona de San Marcos, donde el número de habitantes ronda 1.5 millones de personas; la profundidad y la densidad poblacional amortiguaron los efectos del seísmo; que si nó, la historia habría sido muchísimo peor. Al respecto, reproduzco parte de una dramática comunicación recibida de un gran amigo de San Pedro Sacatepéquez, San Marcos:

"...Las noticias no describen completamente la realidad. La cantidad de casas destruidas por completo es grandísima, especialmente en la cabecera. No tenemos agua y hay escasez de comida. Considero que no hay una sola casa que no presente algún tipo de daño, aunque sea en mínimo grado. Hay más de cincuenta muertos, muchos desaparecidos y muchos heridos. Además sentimos mucha neurosis ante la posibilidad de una réplica lo suficientemente fuerte como para destruir lo que está en pie pero que se ha debilitado. Yo estaba en mi habitación y la verdad pensé que no lograría salir, por un instante creí que no me salvaba...)".

Baste analizar el terremoto en Haití en el año 2010, con 7.2 grados Richter (con similar intensidad que los sucedidos en Guatemala), pero con epicentro a 15 kilómetros de la capital del país, a 10 kms. de profundidad, en un país que sufre los mayores niveles de pobreza de Latinoamérica. Se registró cerca de un cuarto de millón de muertos. Al mes del acontecimiento, en todo Puerto Príncipe no se soportaba el hedor de tanto cadáver que no pudo rescatarse.

La inferencia estadística proyecta otro terremoto de esta magnitud en Guatemala, entre el año 2037 al 2042, por razones eminentemente naturales, dado el normal ciclo tectónico de acomodo. Dios no lo quiera y suceda antes de ese tiempo, sino después (o nunca, lo cual es improbable, la Tierra dejaría de ser la Tierra).

Los lectores de este artículo a quienes Dios les haya regalado la vida, de seguro, en aquellos días, lo sacarán de su cofre de "antigüedades", si sobreviven y Dios regala a nuestro país un terremoto a mayor profundidad en subsuelo, con foco en zonas menos pobladas, a una hora que no sea cuando la mayoría duerme y con mejor tecnología de construcción.
Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 8 de noviembre de 2012