El homicidio cometido por una estudiante de nivel de educación primaria, con una edad que no sobrepasa los doce años, en contra de uno de los docentes de su establecimiento, constituyó un hecho inusitado que reforzó las alarmas en las salas situacionales de la mayor parte de sistemas educativos nacionales, especialmente del Triángulo Norte de Centroamérica, coincidiendo con una tendencia en la implementación de medidas de seguridad preventiva.
El Salvador, país donde se implementa particulares esfuerzos para controlar el fenómeno social de pandillerismo, prestó especial atención a este alarmante acontecimiento; identificando que las semillas de las manifestaciones culturales no alineadas con los nuevos códigos disciplinarios, germinan desde la infancia de la población y su desarrollo en los hogares y los sistemas iniciales de la educación, en un marco de crisis, donde se ha perdido el concepto del respeto del estudiante hacia el docente y las personas mayores, así como la degradación de la calidad profesional de muchos educadores ante sus estudiantes.
Lo que motivó al Gabinete de Gobierno, encabezado por su Presidente Nayib Bukele, a tomar medidas preventivas en aras de implementar la disciplina militar en el sistema educativo salvadoreño; por lo que procedió a nombrar como nueva titular a cargo del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología –MINEDUCYT- a Karla Edith Trigueros, de 35 años de edad, quien es Médico y Capitán de Carrera en el Ejército de El Salvador.
Cuatro días después de su nombramiento, la Ministra gira un memorándum dirigido a los directores de escuelas del sistema público, donde textualmente se indica:
“En el marco del fortalecimiento de la disciplina, el orden y la presentación personal de la comunidad estudiantil, se establecen los siguientes lineamientos de estricto cumplimiento.
1. Los directores y directoras de cada centro escolar son los primeros responsables de dar cumplimiento a estas disposiciones, asumiendo su rol como modelos de orden y disciplina para estudiantes, docentes y personal administrativo.
2. A partir del miércoles 20 de agosto, los directores deberán recibir diariamente a los estudiantes en los portones de ingreso a la hora de entrada, supervisando los siguientes aspectos.
• Uniforme limpio y ordenado
• Corte de cabello adecuado y presentación personal correcta
• Ingreso en orden con saludo respetuoso
El presente memorándum tiene carácter obligatorio.
La omisión de estas disposiciones por parte de los directores será considerada una falta grave de responsabilidad administrativa y dará lugar a las acciones correspondientes.”
En declaraciones a los medios de comunicación, durante el primer día de implementación de dichas medidas, la ministra manifestó:
“Estamos intentando replicar el civismo y el patriotismo de nuevo en nuestras escuelas. Al incentivar este tipo de medidas, se siembra en cada estudiante la semilla de una ciudadanía consciente y respetuosa, como parte de su formación integral que va más allá de lo académico, preparándolos así para ser ciudadanos de bien en la sociedad”.
Las medidas se extenderán a la prohibición completa de tatuajes, piercings y otras manifestaciones de los infantes y jóvenes salvadoreños, que motiven su promoción para incursionar dentro del mundo del crimen, bajo la consigna de la Presidencia de la República de “disciplina y orden para construir el nuevo El Salvador”, por lo que será obligatorio, al nivel interno de las familias, la observancia cuidadosa de estos detalles.
Las agrupaciones magisteriales en El Salvador, por su parte, manifiestan su descontento ante las agencias internacionales de noticias, especialmente porque la nueva titular de la cartera de educación no es educadora de carrera y advierten las desventajas de una militarización de la educación salvadoreña.
La militarización de la educación en Centroamérica no es nueva, especialmente en la Guatemala, después de la Revolución Liberal de 1871, con la dirección militar a cargo del sistema de educación nacional. Pero es a partir del régimen del Presidente Jorge Ubico Castañeda en los años 1930, donde se introdujo los desfiles cívico-militares, incorporando elementos castrenses en los uniformes para los desfiles, como chaquetas y kepis, inspirados en las milicias del siglo 19 y la organización de los estudiantes participantes en pelotones con comandantes, bandas de guerra y bandas marciales, gastadores inspirados en unidades militares y demás.
A partir de la asunción al poder del Coronel Carlos Castillo Armas y regímenes subsiguientes, algunos establecimientos públicos fueron dirigidos directamente por oficiales del ejército, implementándose en la totalidad de establecimientos, tanto públicos como privados, actos cívico-militares y entrenamiento básico en disciplina militar, sin llegar al uso de armas, pero con fuerte instrucción marcial, que subsistió hasta mediados de los años 1980.
A finales de la década de 1990, se introduce un cambio en los desfiles, sustituyéndose en Guatemala, las antiguas bandas de guerra, por Big Band (intérpretes de melodías marciales y marchas clásicas) y Bandas Latinas (intérpretes de música popular). En Huehuetenango, aún se observó para los recientes desfiles de Fiestas Julias, algunos establecimientos esgrimiendo fusiles de la época de la segunda guerra mundial; reminiscencias de la militarización educativa en la nación.
El hecho trágico de la pérdida física del profesor en Huehuetenango no solo sacudió a nuestra ciudad, sino que evidenció la urgencia de revisar los vínculos entre disciplina, respeto y protección en los sistemas educativos de la región. La respuesta de El Salvador es solo una muestra de cómo los países buscan nuevas rutas ante desafíos que ya no pueden ignorarse.
Fotografías:
- X.COM@Nayib Bukele
- Secretaría de Prensa de la Presidencia de El Salvador.
- X.COM@KarlaETrigueros


