viernes, 4 de octubre de 2019

¡Ahora los niños juegan enjaulados! (En 2 episodios)



¡AHORA LOS NIÑOS JUEGAN ENJAULADOS! 
(Episodio 1).

No cabe duda que la Ciudad de Huehuetenango en Guatemala, se ha incorporado al concierto de las ciudades más desarrolladas de La Tierra.

Hemos conseguido para nuestra comunidad, sacarla del sub desarrollo, la miseria y el tiempo sobrante, de antes de los.años ochenta que nos tocó vivir.

El 99.09% de la población tiene calzado, a diferencia de la época de mi infancia, donde casi el 30% de la población era descalza. He visto que en mi ciudad, tan sólo Don German se rehusa a usar zapatos, siendo él, según yo, «El Último de los Descalzos».

Hemos hecho tan bien las cosas, que hoy en Huehue, florecen los «SHOPPING MALLs», con las cadenas de comidas más pujantes del planeta.

No hay diferencia entre la vida de Cd. Huehuetenango y Cd. De México con su Zona Rosa, Albrook en Panamá, Gran Vía en San Salvador o los más exóticos centros comerciales en Londres, New York, Seúl o Sudáfrica.

Tan pujante está todo, que hay que hacer una enorme «colota» para «sacar» del banco diez quetzales para las tortillas.

Y en esos menesteres, me entretuve a contemplar nuestra vida «de ricos» entre tanta bonanza en este «Día del Niño».

Me puse a observar a mis compañeros de cola y vi como uno de los «retirantes», meditaba, con la mirada puesta en la lontananza que llegaba a los muros de hormigón, mientras se distraía hurgando el interior de sus narices, logrando capturar algún extremo sólido asido a una solución que en química le dicen «coloidal», abundante y generosa, cual contenido de «granadilla», me imagino, con el placer de la garganta del susodicho.
Más allá, al extender la mirada, pude admirar a los niños jugando enjaulados...
(continuará, si usted así lo permite)


¡AHORA LOS NIÑOS JUEGAN ENJAULADOS!
(Episodio 2).

De mi más reciente visita a uno de los grandes «Shopping Malls» que existen en la Ciudad de Huehuetenango, en Guatemala, mi ciudad, pude admirar durante el recién pasado «Día del Niño», que los chiquitines propios y visitantes, juegan enjaulados y…, no podía ser de otra manera en ese día tan trascendental para nuestros infantes, que fueron obsequiados por sus padres o tutores con generosos tiempos de regocijo en sus respectivas jaulas.

Me recordé de mis tiempos de adolescencia y juventud en los viejísimos años 80’s, en que solía viajar a la vecina «Ciudad de la Estrella» y hacía mis deleites visitando el zoológico y me ponía a observar detenidamente por largo tiempo, el caminar de los coyotes, de un lado al otro, dentro de su confinamiento, viéndolos a través de su malla metálica (pobres animalitos, cuya naturaleza es el gran campo abierto del altiplano guatemalteco). Asimismo a un gran bisonte, que fue muy de mi curiosidad, viéndolo pastar apaciblemente, en una zona un poquito más amplia (aunque el hábitat de ellos son grandes llanuras en los Estados Unidos) y a unos monos, haciendo sus «monerías» en unas ramas simuladas de concreto y me puse a reflexionar que, jamás imaginé que un día, me detendría en la contemplación de cachorros de seres humanos, enjaulados haciendo sus  «chiquilladas».  Pero en fin, es la realidad y ante ello, lo primero es ponerse a mirar y en algún momento, describir lo que se ve o lo que se percibe.

Como usted puede apreciar en la fotografía, varios espectadores nos deleitábamos, agarrados de la malla metálica y mirando a través de ella, cómo los tiernos chiquillos hacían maromas y contorsiones y algunos se lanzaban, previas piruetas en espectaculares «clavados» en una «piscina de pelotas plásticas multicolores» , bellísimas, sumergiéndose en ellas: espectáculo muy digno de ver. Más allá, un pequeñín, ensayaba unas brazadas natatorias ejercitando el estilo «crawl», muy «refrescante» entre pelotas verdeamarillas rojiazules y acullá, una preciosa niñita rubia, de preciosos ojos azules y tez blanca cual porcelana,  yacía entre las olas de pelotas, sumergida; solamente su bellísima carita asomaba entre los centenares de livianos baloncitos, que sólo una vista muy observadora hubiese reparado en su existencia.

Me recordé del gran «yacaré» que yacía oculto en el pantano artificial del zoológico de Tuxtla o del gran hipopótamo que yo bauticé como «el abuelito», en el zoológico de Chapultepec:  sus papás, aprecié, la habían dejado en la jaula, mientras estaban de «shopping» por el segundo nivel, adquiriendo las más exclusivas creaciones de diseñadores franceses o italianos, lugar no apto para esta tierna «muñequita de porcelana» , por que como aún se dice en nuestra cosmopolita y rica ciudad, «los güiros cómo joden y no se están quietos»;  claro, «son güiros».

Con todo ello, me puse a pensar con tristeza, el gran atraso y pobreza que nos tocó vivir y por cuya salida luchamos, para un día, lograr ver a las nuevas generaciones, disfrutando de los frutos de la riqueza que se degusta en las más grandes y vanguardistas ciudades del mundo.

Volví a vivir en mis recuerdos, los momentos en que recorríamos las márgenes del Río Selegua, allende las Ruinas de Zaculeu, por lo cual decíamos de él, «el Río’e las Ruinas».  En aquellos tiempos de miseria, no contenía la riqueza de los drenajes de Chiantla y Huehuetenango, al grado que contenía abundancia de peces y una rica fauna que pululaba entre los sabinos y sauces llorones.  Éramos tan pobres que teníamos que quitarnos la ropa y ponernos alguna calzoneta y si no, en calzoncillo y las niñitas en calzón y playera y desde la gruesa rama de un árbol, usado a manera de trampolín, previa pirueta nos lanzábamos a lo más celeste de alguna profunda poza, para acariciarnos con las carreras del nado de peces multicolores y salíamos de ahí todos colorados y temblando por la gélida temperatura del agua, para zambullirnos otra vez; pero sin el privilegio de estar enjaulados.


Afortunadamente, hoy, con la semilla de nuestro esfuerzo, ya cosechamos  los frutos de nuestra incorporación tecnológica, de lo cual, reconozco mi responsabilidad personal, ya nuestros pequeños no deben «sufrir» las grandes mojazones de agua fría, ni quitarse la ropa.  Basta solamente con quitarse los zapatitos, pues entran a la jaula con calcetines, pero con toda su ropita y a retozar en el agua virtual de pelotas y salen igualito que como entraron, bien sequitos y sin que les hagan cosquillas los pescaditos, ni con el peligro de ahogarse.  Tampoco necesitan ya, aprender a nadar.

Mediante las  Ciencias de la Conducta, los seres humanos han aprendido que un niño que es «abandonado por su mamá», durante la mayor parte del día, durante sus seis primeros años de vida, tiene una mayor probabilidad de tendencia a cometer crímenes o delinquir.

No sé si en el inconsciente colectivo, el enjaular a los niños de hoy para sus juegos infantiles, realmente lleva una pretensión para irlos acostumbrando a una vida de adultos en similar entorno.  Pues como se dice en el español rural huehueteco, «ya radiaron» que la gente del Consejo de Desarrollo y demás «líderes sociales» (según ellos), están seleccionando el mejor terreno para la construcción (yo pensé que para nuevos complejos deportivos o educativos), de un «centro penitenciario en Huehue»: jaulas para que sigan jugando ahí dentro de unas décadas, los niños de hoy. Talvez por eso…, ¡Ahora los niños juegan enjaulados!

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 4 de octubre de 2019

Post Script:  
Si usted me da permiso, talvez publique unos pensamientos del desaparecimiento de los espantos en Huehuetenango.  Viera que casi, «YA N’U HAY».

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