jueves, 28 de junio de 2012

Principios sobre los cuales es posible la tolerancia

Alguien me preguntó acerca de mi posición acerca de los controversiales acontecimientos de nuestro tiempo, especialmente en cuanto a la existencia de proyectos de minería, hidroeléctricas y conexos, temas por cierto, muy de moda en nuestra Guatemala.

Es ineludible el hecho que, donde comparten espacio dos o más seres humanos, exista conflicto, dado el carácter diferente en las preferencias de cada individuo. Jamás dejará de ser cierto el antiguo adagio que “en gustos se rompen géneros” y también acepto que “cada cabeza es un mundo”.

Es horroroso que los seres humanos, seamos abusivos y transgredamos el derecho de otros y contaminemos el entorno ajeno, a lo cual se alude hoy como «el medio ambiente» (al cual otros prefieren referirse como el ambiente completo, al grado que en el pasado, una dependencia del Gobierno de Guatemala, migrara su nombre de “Medio Ambiente” al más simple de “Ambiente). En tal sentido, yo estoy de acuerdo que todos podemos hacer lo que queramos en nuestro entorno, siempre y cuando no afectemos el entorno de otros.

Si "yo" así lo quiero, tengo el derecho de dinamitar mi propia casa (legítimamente adquirida), pero sin que siquiera una sola vibración llegue a un sólo milímetro del terreno de mi vecino, ni el sonido de la explosión llegue a sus oídos, ni la polvazón que se levante moleste su vista, ni una brisa de materiales llegue a su piel, ni la onda expansiva moleste su organismo, ni el sabor de los materiales lleguen a su paladar, ni los olores de la destrucción lleguen a su nariz, ni se abrume con ello la "psique" o el espíritu de mi vecino.

Pero todo ello es admisible, siempre y cuando yo cuente con el permiso, libre, voluntario y pacífico de cada uno de los potenciales afectados (lo anterior implica la ausencia total de medios coactivos, sean estos gubernamentales o privados). De caso contrario, es un abuso y debe ser penalizado.

Por tanto, mi posición está muy bien definida. Estoy a favor de que se ejecuten proyectos de minería, hidroeléctricas y otros proyectos en escala pequeña o gigantesca. Los mismos son necesarios para el progreso mundial, pero tales, no deben afectar a ninguna persona y si lo hacen, deben contar con la autorización de los afectados, mediante contrato libre, pacífico y voluntario entre las partes en forma individual y jamás en forma colectiva (mucho menos mediante la intervención del Estado, representando al “pueblo”). De no ser así, mi rechazo a los mismos es simple y llano; máxime, si se acude a mecanismos coactivos, al conflicto o en su extremo, a los asesinatos.

Asimismo, rechazo cualquier acción individual o colectiva que se enderece contra cualquier persona u organización productiva, en el ejercicio de su derecho de propiedad privada, que no afecte el derecho de otros, con la motivación del simple dolor por la felicidad ajena, lo cual se etiqueta en nuestro idioma como “envidia” o con el ánimo de expoliar (como se dice popularmente “aprovecharse de la situación para hacer dinero”). Estoy a favor de que las personas afectadas, acudan a las instancias de administración de justicia (siempre que no estén infiltradas por estructuras de corrupción), para reclamar por su derecho a que su propiedad privada no se afecte según sus propios intereses. En caso de afectar sin su consentimiento, al menos a un propietario, el proyecto debe suspenderse y reparar totalmente el daño en que se haya incurrido.

Todos los seres humanos de la tierra tenemos el derecho a vivir en paz o dicho en forma contraria, “todos los seres humanos de la tierra tenemos el derecho a no ser molestados –se prohíbe molestar a las personas-”; tal es la función de los Estados. Estos son en mi concepto, los principios sobre los cuales es posible, la tolerancia.

Edwin Rocael Cardona Ambrosio
Huehuetenango, 28 de junio de 2012


1 comentario:

  1. Me parece que la posición que tiene el Maestro Edwin Cardona es clara y coherente y así debe aplicarse cuando existe Estado de Derecho. La frase con que termina el artículo, es lapidaria y resume excelentemente el espíritu del mismo. Un ejemplo en Guatemala es la quema que se hace de la caña de azúcar en las fincas de la Costa Sur. Vale la pena estar un día en las comunidades afectadas para experimentar lo que se siente estar expuesto a las cenizas pegajosas de las quemas. Por último, el autor obvia, por no ser motivo del artículo, mencionar que las empresas mineras, impulsoras de hidroeléctricas, etc., así como las que surgieron con la privatización de empresas estatales, han omitido la oportunidad de hacer un país de pequeños capitalistas, al no contemplar siquiera la venta de acciones a las familias que afectan con su presencia, tema que permitiría que la responsabilidad social de las empresas fuera evidente y Guatemala se transformara en un país verdaderamente de capitalistas y dejara de ser uno de los peores ejemplos del Mercantilismo.

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