jueves, 13 de octubre de 2011

No hay zonas de riesgo, solamente personas que se ponen en riesgo.


"Dos meses antes renegábamos de la sequía y deseábamos el agua como se la desea en mayo. Pero cuando llegamos a principios de julio, exclamábamos ya medio aburridos: ¡Qué llovedera! ¿Quién nos entiende? Por eso la naturaleza, que ya nos tiene bien conocidos, no nos hace caso y oye nuestras quejumbres, como quien oye... llover.
No hay nada tan aparantemente inofensivo y que oculte bajo un aspecto humilde y manso las peores intenciones como el agua. ¿Veis esa gota límpida y transparente que tiembla sobre la rosa de vuestro jardín al contacto del céfiro que la acaricia? Dejadla que se junte con otra y otra y otras de sus compañeras y la vereis formar el río caudaloso que se precipita entre las rocas, arrastrando en su rápida corriente árboles corpulentos, y que saliendo de madre, inunda las sementeras y arrasa las poblaciones aterrorizadas."
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JOSE MILLA (Salomé Jil)[*1822 - +1882]

Disfrutemos de la riqueza y bendición de las aguas de los inviernos centroamericanos, especialmente los guatemaltecos.

En algunas áreas del desierto de Atacama llueve muy raramente en siglos, mientras en Guatemala, se reniega por los desastres que ocasiona la abundancia de agua (y también en otros países). Considero que lo que no hay que hacer es oponerse a la naturaleza; por el contrario, entenderla, respetarla y aprovechar sus beneficios y sus fuerzas.

Antes, no había casas construidas a las orillas de los ríos, por lo tanto, ellos fluían sin que nadie se interpusiera en su camino y por tanto, a sus peligros. Cuando se construye a la orilla de donde fluye el torrente de la vida que es el agua, o lo que es peor, en medio de su cauce, se hace ignorando el cálculo estructural y con ello la inversión en capital, tomando en cuenta dichas fuerzas, de allí los desastres para los que osaron enfrentar la batalla contra la naturaleza sin las prevenciones requeridas. Diferente sería una construcción, con las estructuras de ingeniería necesarias, para no ser arrastrados ante su ímpetu.

Derrumbes en la infraestructura de carreteras guatemaltecas, siempre ha habido. La construcción de vías de comunicación terrestre con todas las estructuras necesarias de protección de suelos en sistemas montañosos como el de Guatemala, resulta carísimo. La bendición de nuestra tierra consiste precisamente en sus montañas, pero la infraestructura vial se hace con mucha precariedad, por muchísimas razones que sería muy largo enumerar y que no vale la pena examinar en este momento, dada su complejidad. Construir proyectos sin contar con la ingeniería correcta y el volumen de capital suficiente, trae sus consecuencias.

Hoy se escucha de los problemas de derrumbes ocasionados por las abundantes lluvias en el tramo de Quiché a Huehuetenango o entre Quiché, Huehuetenango y Alta Verapaz. Antes, no se escuchaba de ello; es claro, no existían esas carreteras, relativamente recientes (la infraestructura asfaltada se desarrolló entre los años 2005 - 2007 durante la gestión del Presidente Berger). Al paso del agua, no se interponían barrancos artificiales. El agua era inocente y no culpable en el juicio de los hombres.

Sin embargo, sin infraestructura vial aunque sea medio construida, nuestra vida sería peor; por lo tanto, es mejor convivir con todo ello y limpiar las huellas temporales de la fuerza de la naturaleza a cada año. Preferimos algo, que nada. De todas maneras, la naturaleza siempre hará su trabajo, completará sus ciclos milenarios y efectuará reajustes buscando su equilibrio y para ello, no es necesaria ninguna paranoia de organizaciones humanas promoviendo el pánico ecológico, que en muy poco o en nada impactan en los asuntos ambientales, asuntos infinitamente superiores a los seres humanos.

Este país, con la abundancia de agua, está bendito. Todo está verde (lleno de vida). Durante la alborada, vi con regocijo las montañas que circundan mi ciudad y zonas de color verde salvaje entre la neblina y di gracias a Dios por ello. Recuerdo que a finales de los 70's hubo una gran sequía en Guatemala, me recuerdo que hasta se elucubraba acerca de mecanismos de rociar yoduro de plata en las nubes, para provocar aguaceros en nuestros países. Memoria de ello quedó en una edición del libro almanaque "Escuela Para Todos" de aquellos tiempos.

Hace un poco más de un año, conversábamos con Mi Maestro, durante sus últimos días de vida, acerca de los desastres derivados de las abundantes lluvias del año anterior, sin precedentes por más de medio siglo. Meditábamos acerca de las pérdidas de producción por imprevisiones, más que por efectos de las abundantes lluvias y desarrollábamos algunos cálculos rápidos. Muchos terrenos de cultivo fueron inundados, porque son lugares naturales de inundación, pero se apostó por utilizarlos con mucho riesgo, el resultado, pérdida de la inversión en lugar no apropiado. Todo tiene su lugar.

En mi comunidad, recuerdo de mi juventud, unas áreas donde fluía mucha agua durante el invierno, la cual procedía de las laderas de las colinas circundantes. Era imposible que en invierno fuéramos a jugar allí, ya que estaba inundado y durante el verano, lucía un lecho extenso de arena, huella del invierno pasado y de esa manera, el ciclo a cada año. Dichos terrenos fueron adquiridos por personas, que construyeron allí sus viviendas y hoy, toda esa área está colonizada.

Hoy, las calles de dichas colonias, durante el invierno, y máxime durante los últimos dos años de copiosas lluvias (como ha sido desde hace siglos), están lodosas o inundadas. El agua entra al interior de las casas. El líquido fluye con mucha fuerza en muchos sectores y baja con estruendo temible, ante la presión que le imponen algunas tuberías que colocaron los vecinos para re direccionar un poco su cauce. Cuando hay daños en dichas viviendas, se dice que el agua está haciendo desastres.

Todo esto no es nuevo; es endémico en nuestro país. Hace más de cien años Don Pepe Milla, enunciaba en el capítulo titulado "El Agua" de su obra "Libro Sin Nombre" que: "Sin embargo, el agua es mala enemiga. Es uno de esos hipócritas que se introducen sin saber cómo ni por dónde, que acarician y ahogan. Tan tenaz e incansable, que taladra la piedra y que a fuerza de lamer, destruye".

De no ser por características de abundantes lluvias y verdor sempiterno, estas tierras, jamás hubiesen sido atractivo para que nuestros abuelos americanos y europeos buscaran vivir acá, algunos, desde tiempos inmemoriales. Tampoco nosotros viviríamos en esta porción del Paraíso, ni sería Guatemala conocida como "El País de la Eterna Primavera", de no ser por sus copiosas precipitaciones pluviales. Dios permita que ese cúmulo de agua derramada sobre nuestra patria, nos brinde el vital líquido para todo el verano; de lo contrario, nos morimos de sed.

Afirmo que no hay zonas de riesgo, solamente personas que se ponen en riesgo.

Edwin Rocael Cardona Ambrosio.
Huehuetenango, 13 de octubre 2011.


* Imagen: Bosque Nuboso por Ricardo Mata.

**Milla, J. Libro sin nombre (3a. Reimp.) Guatemala: Editorial Piedra Santa (1982). (Se presume que el original fue escrito alrededor del año 1870).

1 comentario:

  1. saludos Licenciado Edwin.

    Después de leer este artículo que nos comparte, he reflexionado sobre la importancia que tiene la lluvia para nuestra vida, asì como el agua nos da vida, también nos puede matar, como todas las cosas que existen en este mundo, todo tiene lo bueno y lo malo.

    Somos criaturas tan inferiores de toda la creación de Dios que podríamos morir por un simple descuido, y lo mejor que podemos hacer es tener temor a Dios y respeto a toda su creación pues dependemos de esa creación (la naturaleza) y de la voluntad de Dios para poder vivir.

    David Hidalgo
    carnet: 23855-11
    U.R.L.
    P.E.M. en Pedagogia y Psicología

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